Reir juntos.

Me perdí.
En sus ojos. Su voz hizo lo propio. Me conquistó.
Faltaba la piel. Y ese día su perfume terminó de enamorarme.
Me hablaba con canciones. Punto débil en mí.
Me había llevado imaginariamente de paseo por distintos lugares del mundo.
Y en cada calle, un beso. Y en cada esquina, una canción.
El sol había vuelto a todas las mañanas.
Nos perdimos.
En sus ojos. En mis manos. En nuestros besos.
Entre sábanas. En cada suspiro. En cada palabra.
En la mirada. Yo me veía en él. Creo que él se veía en mí.
Nos llevamos de paseo, viéndonos reir, por un sólo lugar en el mundo.
Y en cada calle, una sonrisa. Y en cada esquina, la complicidad.
La magia había vuelto a todas mis noches.
Me encontré.
En sus ojos. En su voz.
Entre sus manos fui yo. Entre besos fuimos los dos.
Lo encuentro.
Ahí, en cada una de las canciones que me regaló.
Me río sola. Y a veces lloro.
No medimos el amor. Tampoco la distancia.
Y remar para que el camino sea el más corto es la única solución, hoy.
Crece la necesidad de ver sus expresiones.
Aumenta el deseo de susurrarle palabras al oído.
Está todo tan claro, tan claro. Es fuego, es calor, es vida.
Cierro los ojos y recuerdo que respiramos el mismo aire.
Suspiro. Y espero el día que podamos volver a hacerlo.
Reir juntos. 


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