Gracias Serenita

Resulta que en el 2002 decidimos que Denise fuera mamá. Le conseguimos un novio y al cabo de dos meses y medio llegaron los bebés.

Era la primera vez que yo iba a asistir un parto y de yapa, Denise comenzó a parir antes de que yo llegara, así que no ví a Kiara nacer.


Una hora más tarde, y después de que papá me diera todas las instrucciones, ayudé a Serena a ver la luz. Era pequeñita. Habíamos elegido ese nombre, entre muchos más porque sabíamos que eran muchos bebés. Había tres nenas, entre ellas, Serena y Venus, como las tenistas estadounidenses de apellido Williams.


Tal como lo dice su nombre, ella era la serenidad misma. La perra más buena que uno hubiera podido conocer. Sumisa. Dependía exclusivamente de su hermana Kiara. (Nos habíamos quedado con ellas dos. Los demás los regalamos). Obediente. No hacía falta un grito para que ella entendiera lo que uno quería decirle. Mimosa. Apenas llegabas se acercaba suavemente, te pedía mimos. "Serena no era una mascota más, era una nenita en el frasco de una perrita", así la describió mi hermana Natalí, su dueña.


Serena no podía vivir sin su hermana. Cuando una se enfermaba, la otra lloraba sin parar. Lo mismo del lado de Kiara. Cuando Serena volvía del médico, Kiara le reprochaba que la hayan dejado sola. Es real. Ver como se hablaban daba ternura.


Mis viejos me enseñaron que lo mejor que tengo en la vida son mis hermanas. Y las defiendo a muerte. Tal vez, sin darse cuenta, le transmitieron lo mismo a "las nenas" (así las llamamos). O tal vez -y quizás lo más seguro- el instinto animal enseña que a los hermanos hay que amarlos y defenderlos hasta la muerte.


Kiara enfermó hace unas semanas. Tuvieron que sacarle el útero. Serena a su lado, presente y con altura acompañando a su hermana. Días después, Serena empezó a verse mal. Bajó de peso, dejó de comer. El médico dijo que tenía una insuficiencia renal sumado a una cantidad de glucemia que no se bajaba con las dosis de insulina que le inyectaban. 


Durante una semana no quiso comer. Estuvo internada una semana, sólo recibía suero y medicación. Hasta que los resultados fueron los menos esperados: su cuerpo rechazó el tratamiento. No quedaba nada más por hacer.


Mi viejo decidió que pasara el fin de semana con su hermana, con nosotros. Desde el viernes a la noche lo único que hacía era respirar fuerte. Su cuerpo ya no era el mismo. Y en la madrugada del domingo empezaron las quejas, pero apenas se la escuchaba. Su timidez no la dejaba quejarse en público. Su hermana a su lado.
Hoy, y luego de que viera a todos los integrantes de la familia (que nos juntamos tras las elecciones), dijo adiós, en brazos de mi papá. Su corazoncito no aguantó más. Y quizás fue lo mejor, así no sufría de dolor mucho más tiempo.


Antes de enterrarla en el fondo de casa, donde está también su mamá, viví uno de los momentos más fuertes en toda mi vida. Serena estaba acostadita y tapada con una manta. Nosotros alrededor despidiéndola. Kiara se acercó, le trajo un muñeco de plástico con el que jugaban, y se acostó a su lado. Ahí se quedó un largo rato, hasta que la enterramos. Tuve que taparle los ojos para que no vea donde íbamos a dejarla. Por las dudas.


No se si los perros piensan, recuerdan, sufren o lloran. Creo que no hay certezas de eso. Pero pónganlo en duda. El amor de esas hermanas fue único.

Comentarios

ha dicho que…
Me hiciste llorar loquis...
Mi Tomy está muy viejecito, con muchos correlatos inevitables de la edad y al leer estas líneas, no pude evitar vincularlo =(.
Hace falta respuesta a semejante retórica? Los perros piensan, sienten, aman y son esos seres únicos que nos regalan tantas sonrisas incondicionalmente...
Un abrazo y fuerzas amiga... =)

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