Never Gone.

Dicen que cuando un amigo se va queda un espacio vacío que es difícil de llenar con la llegada de otro amigo. Dicen que los amigos no se eligen, que llegan a nuestras vidas sin saber cómo ni porqué. Pero aparecen como por arte de magia. Tal es la magia, que no recuerdo cuándo dije por primera vez “ella es mi amiga”.

Conocer a alguien por Internet, en un foro de tenis, es algo extraño. Más si esa persona vive del otro lado del Atlántico. Pero así fue como la conocí. Mediante palabras, letras sueltas sobre una plataforma de mensajes.

Si me preguntan cómo la imaginaba en ese entonces, no puedo responderlo. Pero si tenía que identificarla podía decir dos cosas: azul y Palmera. Azul porque ella escribía siempre con ese color, así como otras lo hacían en rosa, en verde, en negro… sus mensajes siempre me llegaban de color azul. Y Palmera porque ese era su apodo.

Tiempo después supe que su apodo no era sólo haber sido la que más hizo sonar sus palmas frente a Rafa en uno de los torneos, sino porque en el medio del patio de su casa habitaba una palmera enorme.

Amiga incondicional de los veranos, le daba sombra a Drako y Yuna (sus perritos), y alegría tanto a mi amiga como a los cuatro hombres de la casa.

Paciente al viento, tolerante al sol, guardiana de secretos de cada diálogo que surgía a su lado.

De repente y con el paso del tiempo, mi amiga María dejó de ser María para pasar a ser Palmy, Palmerita, Palm. No sólo su apodo en el foro de fans de Rafa Nadal hizo que así la llamáramos, sino que su fuerte amor por la gran anfitriona del jardín.

Muchas noches imaginaba mis futuras charlas con Palmera debajo de la palmera en Málaga. Imaginaba el mate, las risas, la noche entera. Pero todavía no entiendo por qué el Atlántico no se cruza sólo con la imaginación. Ni tampoco del porqué de la existencia del picudo rojo.

El picudo rojo es la plaga más preocupante actualmente en las palmeras de España. La larva penetra por el capitel directamente al tronco, labrando galerías de hasta más de un metro de longitud. Las galerías parten de la corona y se ramifican en el interior del tronco. Las hojas centrales amarillean y se marchitan, de forma que en pocas semanas, la práctica totalidad de la corona se ve afectada originando la muerte de la palmera.

Sabíamos que la palmera estaba enferma. Sabíamos que algún día iba a pasar. Pero no queríamos entenderlo. Mirábamos para un costado, cambiábamos de tema. Nadie quería saber cuál sería el día del fin. Hasta que llegó.

Y se fue. Y se llevó nuestras lágrimas y nuestras sonrisas. Y me regaló los momentos más gratos que dos personas pueden tener sin haber tenido contacto personal alguno.

Se llevó el encanto de haberme imaginado a su lado. Y me regaló el poder de soñarla y hasta sentir su fragancia.

Se llevó la sombra, la compañía. Pero me dejó a mi amiga. Vos sos Palmy por esa Palmera. Sí, con mayúsculas porque es una señora Palmera. Y aunque ella no esté, Palmy será siempre “la que tiene la palmera en el jardín”.

El patio ya no será igual. Pero dormirás tranquila al saber que ella pasó por tu vida.

El espacio vacío que deja un amigo, no se llena con la llegada de otro amigo, el vacío queda. Pero cada vez que mires y veas que falta, como una película correrán por tu mente decenas de imágenes, y el placer que tuviste de poder amarla.

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