La teta de la siesta

Cuando dormíamos tu papá nos sacaba fotos.

Nuestro ritual empezaba con risas, tu bocota abierta de par en par sonriendo, sabiendo que se venía lo mejor del día: La teta de la siesta.

Te pegabas a mí y yo te envolvía con mi brazo. 

Así podíamos pasar largas horas.

Qué se requiere para volver a estar así de pegaditos?

Mientras espero, te acaricio despacito. Te aviso que soy yo, porque sé que como me pasa a mí, no te gusta que te toquen demasiado. Excepto mamá, excepto mamá. 


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